En un libro escrito por Céline Santini, denominado Kintsugi – El arte de la resiliencia, la autora usa la metáfora del jarrón roto que con mucha paciencia es reparado, paso a paso, sin afán, con humilde espera. Esto a medida que se medita, se analiza, se le da espacio al sentir, a las emociones y a los sentimientos, los cuales se remedian o se trasmutan. Y mientras tanto, el jarrón se transforma al paso que los pedazos se unen y surgen las cicatrices, como testigos de lo que se ha vivido.

La autora invita, a partir de este trabajo, a aprender a asumir el desprendimiento como una manera de transformación. Antes el jarrón era de una forma, perfecto, hermoso y al quedar roto e ir pegando pedazo a pedazo, cobra otra apariencia, surge otro tipo de belleza y el hecho de adaptarse a esa nueva condición, invita a pensar en el tiempo, en lo vivido, en lo simple, en los cambios y en el coraje que se requiere para avanzar por la vida, a pesar de los momentos en los cuales la existencia se rompe y aun así, hay que seguir y ojala reparar y transformar.

A veces con algunos sucesos vividos, parece que el tiempo se detiene y no es fácil tener claro el horizonte. Es necesario, entonces, darse el espacio para mirar, observar, reflexionar y tomar decisiones. Imagine que mira el jarrón, usted se aleja un poco para observar cada detalle de lo que está pegando, y se pregunta si le gusta así o si es mejor hacerle cambios, en el color, en los ajustes y se da su tiempo para analizar, para contemplar y complementar. Piense si podría hacer este mismo ritual en su vida cotidiana y avizore algunos resultados.

Hay quienes realizan acciones de manera impulsiva, se dejan llevar por la rabia, por la culpa, por el miedo, por el dolor y toman caminos equivocados, que tienen unos costos muy altos a nivel emocional. Dijo un joven de treinta y cinco años:

– ‘Me casé en medio de una tusa dolorosa, lo decidí para vengarme de mi ex. Quedé hecho añicos y me tiré mi vida’.

Al respecto en el libro citado antes, se encuentra la siguiente historia:

– ‘Cuenta una leyenda persa, que un rey le pidió al viejo sabio de la corte que grabara en un anillo de oro una frase que encerrara la verdad absoluta del mundo, una frase tan exacta que pudiera aplicarse a todas las situaciones y todas las épocas, una frase que condensara la vida: una frase universal’.

El viejo sabio entregó al rey el anillo de oro en cuyo interior estaba escrito: “Esto también pasará”.